la foto de estas mozas es para alegrarme la vista y el post
El frío intenso de estos últimos días, las luces y adornos de Navidad que ya pululan por todas partes, parecen indicar que ya ha llegado el invierno. Bien, el invierno oficial y astronómico no lo hará hasta el 21 de diciembre, igual que la primavera no empieza hasta el 21 de marzo y así sucesivamente, pero a la gente le gusta vivir deprisa y tiende a adelantar las estaciones casi un mes.
Por si a alguien todavía no le ha quedado claro, volveré a repetir una vez más que odio el invierno y el frío. Hay gente, yo la conozco, que en cambio lo prefieren al verano! (sí, hay mucho sacrílego por el mundo). Ante un tema de gustos siempre es más fácil explicar por qué algo no te gusta, que exponer porque lo hace.
¿Y qué es lo que no me gusta del invierno? bien, básicamente que haga frío y eso tiene terribles consecuencias en mi vida cotidiana porque:
- me cuesta el doble abandonar una cama calentita por las mañanas.
- ese lapsus de tiempo entre que sales de la ducha y alcanzas la toalla se vuelve traumático.
- cuando salgo a la calle el frío hace que se me ponga la nariz roja como si fuera una borracha.
- además ahora, con el pelo corto, me hielo las orejas
- se me agrieta la piel de las manos y los labios del frío.
- odio, pero mucho! que se me empañan las gafas cuando entro a cualquier lugar si vengo de la calle.
- no poder sentarme en una terraza a tomar una cerveza
- ver la playa desierta y no poder bañarme en el mar.
- que a las 17.30h de la tarde ya sea de noche.
- las tardes de domingo todavía son más deprimentes, si cabe.
- el campo, con la mayoría de árboles calvos, da pena.
- llevar tanta ropa encima y no verte casi nunca los pies, las piernas o los brazos.
- hacer el amor en la cama se vuelve más complicado porque tienes que vigilar de no destaparte.
- la vida social queda más reducida porque a la gente le cuesta más salir de casa y quedar.
- que después de Navidad vienen dos meses y medio eternos y sin fiestas (Carnaval no cuenta, al contrario, para mí es la "fiesta" más deprimente del año y un factor para que odie todavía más el invierno).
Pero para darle una gota de optimismo al asunto diré que aún queda Navidad, fiesta que, aunque vivo con cierta nostálgica, aún es de las pocas cosas, junto al chocolate caliente, los guantes y las bufandas, que me gustan del invierno.