miércoles, 30 de enero de 2013

efectos secundarios




Tras mi operación, hace poco más de un mes, dije que no quería volver a pisar un hospital durante mucho tiempo. Bien, ese tiempo no ha sido tan largo como deseaba... No os preocupéis, no ha pasado nada grave.
Simplemente, por fin operaron a mi padre de la próstata, tras más de un año en lista de espera. Lo operación fue muy bien y ahora sólo tiene que quedarse cinco o seis días ingresado. Además está en un hospital recién estrenado y muy bonito -arquitectónicamente hablando, porque un hospital no puede ser bonito de otra manera- a media hora de mi minipueblo.
Cuando supere esta operación, le espera otra de cataratas. Y es que mi padre, a diferencia de mi madre, ha envejecido mucho tras la jubilación; aunque ambos empiezan a hacer unas "viejunadas" que me recuerdan que se van haciendo mayores. Es ley de vida pero no por eso la idea de perderlos algún día deja de ser menos aterradora. 

Y hablando de hacerse mayor, igual que la adolescencia sólo se pasa una vez -gracias a las diosas!- nunca pensé que experimentaría dos veces en mi vida la menopausia. No, no soy tan mayor para tenerla todavía. Después de la operación, como tratamiento, el médico me provocó una menopausia química a base de inyecciones que tiene que durar seis meses. Primero pensé: "medio año sin la regla, qué bien!!" pero tras la aparición de los efectos secundarios, creo que preferiría seguir menstruando cada mes. Tengo unos sofocos, sobretodo nocturnos, que me hacen sentir como una antorcha humana; suerte que no estamos en verano porque me entran unos calores atómicos. Me paso toda la noche como un gusiluz encendiéndome y apagándome; y sin dormir, claro. Y yo si no duermo no soy persona. Además hay días en que los sofocos vienen acompañados de mareos y náuseas. Todo un festival, vamos! Nunca pensé que echaría tanto de menos a mis estrógenos.
Si la menopausia real tiene que ser igual, no sé si quiero hacerme mayor.


jueves, 24 de enero de 2013

the lost glasses


Si hay algo que odie más que el frío y la lluvia es el viento. En invierno es cuando esos tres elementos pueden coincidir fatalmente, y ofrecerte un día asqueroso. Pero si encima gran parte de ESE día lo pasas a la intemperie puede ser una tortura. Pero dejadme poneros en antecedentes.

Vía mi cuñado conseguí un trabajo de fotografía arquitectónica para Idgie. Para un proyecto urbanístico del casco antiguo de un pueblo cercano al mío, necesitaban que alguien fotografiara las fachadas de más de 100 casas. Como la tarea era ardua, acompañé a Idgie como ayudante. Cuando hacía tres horas que estábamos en la calle, a 8º y con un viento gélido, ya no me sentía ni los pies ni la nariz. Horroroso. Además varios viejos y viejas del visillo no paraban de preguntarnos que hacíamos en su pueblo. Pero lo peor fue cuando fuimos a comer e Idgie, al querer cambiarse las gafas de sol por las de vista, descubrió que las había perdido mientras trabajaba. Salimos del bar, buscamos y rebuscamos por todas las calles y rincones pero no aparecieron. Fuimos al ayuntamiento, donde nos pusieron un pregón pidiendo que si alguien las encontraba las devolvieran allí, pero nada. Las gafas habían desaparecido.
Al día siguiente, con el mismo frío polar, volvimos para terminar el trabajo y en el ayuntamiento nos dijeron que las gafas seguían sin aparecer. Todo un misterio porque estamos seguras que las perdimos entre dos calles de ese pueblo desierto.
El viento disminuyó un poco pero a media mañana empezó a llover, y tras una pequeña pausa, Idgie tuvo que seguir trabajando con gafas de sol porque las de recambio las tenía en su casa. Así que se pasó dos dias enteros (mañana y noche) con las gafas de sol puestas -y suerte que eran degradadas- porque eran las única que tenía graduadas.
Lo único bueno de toda la historia es que pudimos pasar tres días juntas y que descubrí que con sus gafas de sol estilo aviador, Idgie es clavada -pero sin hoyuelo en el mentón- a Jessica Chastain en La noche más oscura.(^^)




sábado, 19 de enero de 2013

parecidos razonables

Icanatomía (collage digital: Natalie Portman + Audrey Hepburn) de George Chamoun

La memoria se activa mediante la acción de gran variedad de resortes. Una palabra, un olor, una canción o un gesto pueden ser los detonantes del recuerdo más inesperado. Por ejemplo, cuando le pongo los calcetines a mi sobrina pequeña recuerdo como me molestaban las uñas largas de mi madre cuando ella me los ponía a mí. Y como esas mismas uñas, me arañaban  cuando mi madre me lavaba  la cabeza con demasiada prisa. Tal vez sea por eso que no me gustan las mujeres con las uñas largas...
Pero lo más sorprendente es cuando pegándoles la bronca a tus sobrinos, te oyes a ti misma decir esas expresiones y palabras que antaño te decía tu madre (todas menos esa tan amenazante de "mira que me quito la zapatilla!"). La primera vez que eso te sucede es aterrador, porque recuerdas que siendo una adolescente te prometiste que NUNCA te parecerías a ella. Y entonces ¡pam! su espíritu -o genética- te posee y habla a través de ti, como si fueras Whoopi Goldberg en Ghost
Luego, revisando álbumes familiares, descubres una expresión o una pose tuya en esas fotos de su viaje de novios. A veces, incluso jurarías que esa de la foto eres tú si no fuera por el crepado setentero y los pantalones acampanados.
La gente confunde vuestras voces por teléfono, e incluso tus sobrinos te dicen: "t'assembles molt a la iaia".
Sí, definitivamente tu pesadilla de adolescencia se ha hecho realidad: eres igual que tu madre. Sí, el karma, el destino, o la biología es muy cabrona. Entonces se produce esa especie de "reconciliación" metafísica con tu madre porque por fin comprendes reacciones suyas de antaño.
Pero el golpe de gracia viene cuando es tu propia novia quien te suelta: "¿sabes que ahora me has recordado mucho a tu madre?". Y eso, aunque ya tengas el parecido muy asumido, duele.

Dicen que para saber como será tu pareja de aquí unos años sólo tienes que mirar a tu suegr@. Id, si lees esto no te asustes, ya sabes que mi madre y yo sólo nos parecemos física, motriz y verbalmente (en tono de voz y expresiones), pero en el carácter no, eh?

lunes, 14 de enero de 2013

galas y discursos




Una de las pocas diversiones del invierno es el cine. Durante estos meses, de cara a los Globos de Oro y los Oscars, es cuando se estrenan las mejores películas de la temporada. Ya que no puedo hibernar como un oso, siempre me queda el placer de entregarme a la lectura y la cinefilia.
Antes de la gala de los Oscars siempre he procurado ver las cinco películas nominadas a mejor film del año; pero a partir del año 2009 las cosas se me complicaron, ya que desde entonces se ha vuelto al formato de diez películas nominadas por edición (como fue del año 1933 al 1943), aunque en esta edición son nueve.
La ceremonia de los Oscars se celebrará el 24 de febrero y de momento, de las nueve películas nominadas ya he visto dos: Los Miserables y El lado bueno de las cosas (Silver Linings Playbook)
Ésta última responde bastante al perfil de película que tanto le gusta a la academia: tiene drama, comedia y romance y todo sin caer en los clichés de cada género. El resultado, una película entretenida con un mensaje sobre la superación y aceptación de uno mismo, la familia y los otros. La vida no es perfecta pero como afirma el título del film (tomado del proverbio inglés "every cloud has a silver lining") puedes encontrarle la parte positiva si te lo propones. Lo mejor: los actores, sobretodo Jennifer Lawrence (el Oscar estará reñido entre ella y Jessica Chastain) y Robert De Niro.


La siguiente de mi lista es Amor de Michael Hanneke. Sus cinco nominaciones han sido una agradable sorpresa, incluida la de mejor película; aunque lo más probable es que sólo gane el Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Tengo muchas ganas de verla, sobretodo por Emmanuelle Riva (a quien por mi fuera le daría el Oscar, y eso que aún no he visto la película) Jean-Louis Trintignant y por ser, como he leído en algunas críticas, la mejor película de Michael Haneke.

Con todo eso no penséis que les otorgo un gran prestigio a los Oscars, con el paso de los años más bien se lo he perdido. Pero siempre me ha chiflado todo eso de la ceremonia, las nominaciones, los vestidos, la alfombra roja...
Ayer ya tuvimos un aperitivo con los Globos de Oro (para mí más justos con eso de la doble categoría entre mejor drama y mejor comedia). Pero lo que más me impacto de la ceremonia, no fueron los premios, más o menos cantados, o el chiste sobre James Cameron que Amy Poehler le hizo a Katherine Bigelow. Sino el increíble speech y salida del armario de Jodie Foster (aquí podéis leer gran parte de la transcripción del discurso).

martes, 8 de enero de 2013

be a bear



Luces apagadas y algún que otro Papá Noel colgando aún de un balcón. Esos restos de resaca navideña me entristecen. Tal vez por eso mi madre se apresuré cada año en quitar el árbol y los adornos de Navidad a la mañana siguiente de Reyes.
Cajas de cartón y bolas de papeles de colores que antes envolvían regalos esperan, en un rincón de la cocina, que alguien los lleve a un contenedor azul. Como un comedor a la mañana siguiente de una gran fiesta, todo tiene un aire desamparado y desvalido que te abate el corazón.

Los Reyes Magos también han sufrido la crisis y este año sus camellos han venido menos cargados, pero eso me da igual. Cécile, la cuñada francesa de Id, nos ha regalado un pack de esos de experiencias para parejas: podemos elegir entre sesiones de spa, deportes de riesgo o una experiencia gastronómica. Por suerte no caduca hasta el 2015, así que tendremos tiempo para decidirnos.
Este año no me apeteció ir a la cabalgata, y eso que mi amigo Jan se estrenaba como rey Melchor. En mi minipueblo la rúa de Reyes tiene un tono más rupestre y DIY; y el principal aliciente para los adultos es adivinar que paisano se esconde ese año tras las barbas o la pintura negra de Baltasar. Cada año acabo con un chichón en la cabeza por el impacto de un caramelo tirado con demasiada furia, así que visto mi estado, este año preferí quedarme en casa.

Tras la Navidad empieza ese desierto de meses, con el suplicio del Carnaval en medio, llamado invierno. Son los meses que menos me gustan del año. Tal vez si empezáramos el año nuevo en marzo -como hacían los romanos- me lo tomaría con más alegría. De eso me enteré el otro día viendo la tele (sí, en algunos canales -en este caso el 33- aún se pueden aprender cosas buenas mirando la caja tonta), de ahí que meses como septiembre (mes número 7), octubre (mes 8), noviembre (mes 9) y diciembre (mes 10) tengan ese nombre. Así, en lugar de comenzar el 2013 en invierno lo haríamos casi en primavera, y no me digáis que eso no os daría más alegría!
Ahora en cambio, empezamos el año tras la reseca navideña más gordos y más pobres. Y encima con frío.
En estas fechas me gustaría ser un oso para poder hibernar durante todo el invierno y no despertar hasta que llegue la primavera.


viernes, 4 de enero de 2013

2013


Ayer se acabó el feliz "secuestro" y por fin vuelvo a actualizar. Y es que como le digo a Idgie, medio en serio medio en broma, estar con ella es perjudicial para este blog. Si algún día conseguimos vivir juntas tendré que ser muy disciplinada para que este espacio no muera de inanición.

Como si la última frase de mi post anterior hubiera sido un augurio, pude comprobar literalmente que mi cuerpo todavía no estaba "para trotes" en el viaje en coche que me llevó hasta la miniciudad de Idgie. Los primeros 30 kilómetros fueron un suplicio para mi cicatriz; es lo que tiene ser de un minipueblo al que sólo confluyen carreteras mal asfaltadas. Quizá era demasiado pronto para un viaje en coche, pero las ganas de huir y de pasar unos días con Id pudieron con todo. 
Creo que me podría acostumbrar a que me mimaran tanto, porque Idgie me ha cuidado de maravilla, tan bien que no me dejaba ni pisar el suelo. Le encanta mi cicatriz nueva, le ha tomado fotos y la ha vuelto a coser a base de pequeños besos (creo que empiezo a estar un poco celosa de ella...)
Arale vino a cenar y recibí una visita inesperada. Me vino a ver Mr. Misántropo, el amigo más sarcástico y mordaz de Idgie. Ella alucina porque Mr.Misántropo, como su nombre indica, parece odiar a todo el mundo pero en cambio siente un especial cariño por mí. Idgie dice que no sé que le hago pero Mr. Misántropo me adora, jaja A mí me cae simpático, porque detrás de tanta mala leche intuyo a un ser solitario y tierno.

El domingo Idgie me mimó todavía más y me invitó a comer a un restaurante y por la noche, me llevó a ver Los Miserables (fantásticas actuaciones pero a mi gusto a la película le falla la dirección).
El último día del año lo pasamos en Gràcia, en casa del primo de Idgie. Para despedir al 2012 nos fuimos a desayunar a lo grande a La Nena (suerte que el piso estaba a dos calles porque mi velocidad de paseo era la de un abuelo). 
Por la noche celebramos el fin de año en familia. Fue una cena agradable y tranquila con mucha charla política y lingüística. Nos tomamos las uvas, brindamos por el nuevo año y nos fuimos a dormir pronto. Eso de salir en fin de año es demasiado mainstream para mí (bien, la verdad es que todavía no tenía el cuerpo para fiestas y alcohol).
Al día siguiente volvimos a tener comida familiar, pero esta vez también vinieron la hermana de Idgie, su pareja y el Intocable; y eso supuso un elemento de distorsión. Me explico. Mi cuñada ha pasado de estar obsesionada con el reiki a ser una vegana radical e integrista. Cuando mi suegra sacó el segundo plato a la mesa, fricandó (carne de ternera estofada), estalló una tormenta silenciosa. Miradas sufrientes de mi cuñada al vernos masticar carne y discurso chantajioso-emocional a su compañera de mesa, es decir yo, para que se sintiera culpable mientras comía su plato. La historia acabó en una charla entre lágrimas entre mi suegra y mi cuñada en la cocina. Por suerte todo se solucionó y mi suegra nos deleitó con un miniconcierto de villancicos al piano.
Por la tarde, Idgie me llevó a jugar al quinto, una especie de bingo muy raruno al que juegan en su pueblo y alrededores. Toda una experiencia. Una sala enorme con gente de todas las edades, un hombre con pinta de capellán cantando números, y la gente, a su vez, respondiendo con una frase que rima y poniendo una especie de judía seca en el número indicado en sus cartones de bingo.

Con todo, aún no soy consciente de que hayamos cambiado de año. En general estas fiestas navideñas me están pasado sin que haya tenido mucha consciencia de nada. Ha sido raro. Así que he empezado el 2013 un poco apática y desubicada. Y después de haber pasado una semana fantástica con Idgie, con una sensación de vacío extraña. Pero don't worry, estoy bien.