jueves, 21 de mayo de 2020

Me imagino la playa

Monk's House

Mi lista de libros pendientes ha descendido levemente. A pesar de que durante las primeras semanas no tenía ganas de leer nada. La realidad superaba a cualquier ficción.
Ahora las ganas han vuelto y han explotado con fuerza. Me ha fascinado Canto jo i la muntanya balla (Canto yo y la montaña baila), de Irene Solà. Una de las mejores novelas del año. Y me ha llegado muy adentro Fugir era el més bell que teníem (Huir era lo más bello que teníamos) de Marta Marín-Dòmine. Ha sido una suerte encontrarme estas dos maravillas durante estos meses.


También he retomado el Diario de una escritora de Virgina Woolf. Leo cada día un par de páginas. Me gusta dosificarlo. Desde este confinamiento -todavía de fase 0- leo a Virgina durante su viaje por Italia. Me admira su determinación en escribir y reescribir una y otra vez sus textos hasta que quedaba satisfecha. Esa motivación, ese empuje es el que me falta a mí en muchas cosas.

Obligadas a suspender nuestro viaje a París para principios de mayo, viajo por internet hasta Monk's House. En esta habitación, sencilla y luminosa, escribía Virginia las palabras que tengo bajo mis ojos. 

escritorio de Virginia Woolf

Cuando echo la vista atrás, tengo la sensación que durante estos dos meses de confinamiento han pasado muchas cosas. He leído, jugado, cocinado, hemos visto series, películas, hemos discutido, reído, cantado, hemos felicitado cumpleaños, hecho videos, videollamdas... Me he dado cuenta que me agotan las videollamadas; mi madre -en cambio- las ha descubierto y no duda en llamarme cuando menos me lo espero. 
También ha habido momentos para la desidia, la tristeza, el silencio, el insomnio..., días en los que no me apetecía hacer nada.

Ahora que el ruido va regresando, añoro el silencio sorprendente que vibraba en las calles; poder dormir sin ruidos; que me despierte el canto de pájaros cuyos nombres desconozco. El desconfinamiento paulatino se irá llevando esos placeres. Nuestras vidas suspendidas en el tiempo regresaran al embrutecimiento de los días sin pausa ni silencios. 
Dice Id que estoy desarrollando un poco de "síndrome de la cabaña". Tal vez tenga razón, mi relación con el mundo exterior siempre ha sido un poco "complicada".
Pero también tengo ganas de salir, de ver a mis amig@s y familia. De pasear por el bosque, de sentir el mar... 
Pero todo esto ya lo sabía antes.