martes, 29 de octubre de 2013

ritmos alterados y alguna que otra frustración

foto: Id

Los cambios de hora me alteran los biorrítmos: arrastro cansancio, apatía y sueño durante varios días hasta que mi cuerpo se ajusta al nuevo horario. Este post, por ejemplo, me ha costado el doble de escribir de lo habitual porque tengo la cabeza espesa. Además me deprime que anochezca tan pronto y hace dos días que arrastro un resfriado que han convertido mi nariz en una fuente de mocos.
A eso hay que sumarle que este fin de semana fueron las Ferias, la fiesta más importante de mi pueblo. Todos mis tíos, primos y sobrinos vinieron el domingo a comer a casa en la ya tradicional comida familiar de Ferias; el evento familiar más importante y numeroso del año. Nadie se quiere perder la Feria y como la familia se va ampliando con nuevos miembros, cada año batimos récords de asistencia. 
Mi madre, dos días antes, como una posesa empezó a hacer canalones en cantidades industriales (sobraron más de dos bandejas). Finalmente fuimos 28 comensales (¡suerte que el comedor de casa es grande!). El tiempo de verano hizo que los niños pudieran jugar en la terraza mientras "los mayores" hacíamos la sobremesa.
Como hace ya cuatro años (¡qué rápido pasa el tiempo!) Id también vino a pasar las Ferias a mi casa, y como mis tías y primos no son tontos, ya la tratan como si fuera una más de la familia (eso incluye peticiones de "hazle fotos a mis niños" "tienes que recomendarme una cámara", "tienes que hacerme un curso de fotografía", bla, bla, bla).
En este tipo de reuniones familiares, ya sabemos por experiencia que hay temas (política, fútbol...) que no se deben tocar si no queremos que aquello termine en una tercera guerra mundial. Y más cuando se tienen primos del Real Madrid y ese fin de semana coincide con El Clásico (¡Visca el Barça! :D). Pero aún así, no pudieron evitarse algunos rifirrafes y trifulcas que por suerte no fueron a más. Aunque durante la mañana, ya presenciamos una pelea entre primas en plena feria por una chorrada que me recordó riñas pretéritas de la niñez (yo no estuve involucrada en ninguna, me incomodan ese tipo de situaciones). 
Por suerte la cosa se tranquilizó y acabamos todos en las casetas de los vinos catando vermuts y vinos blancos. También subí con mis primas y sobrinos a los autos de choque, la única atracción en la que puedo subir sin marearme (patético, sip... ¬¬'). Y como el año pasado me quedé con ganas de comprarme un gatito persa de pelo corto adorable (valía 150€!).


Y last but not least, la respuesta a la pregunta "trending topic" del fin de semana entre las bolleras es:
"No, no he visto todavía La vie d'Adèle. "
¡Lo sé, es imperdonable! (snif tamaño XXL) Y más con las ganas que tengo de ver esta película, y eso que ya teníamos planeado ir el domingo por la tarde... Pero las circunstancias y el cambio de hora lo impidieron (y que la película durara 180 min. y que el cine más próximo estuviera a 1h de viaje). Y como Id y yo hemos acordado que la veremos juntas, por incompatibilidad de agendas no podremos verla hasta la semana que viene (snif, snif, snif...). Cuando lo haya hecho prometo un post-crítica con mis impresiones sobre la película. 

Léa Seydoux y Adèle Exarchopoulos 
(foto Matteo Montanari)

lunes, 21 de octubre de 2013

el asiento amigo

Compartment C, car 293 Hopper, 1938

Renfe ha pervertido mi idea de puntualidad: ahora siempre deseo que lleguemos más de 15 minutos tarde para conseguir un billete gratis. Y la verdad es que es un deseo que suele cumplirse a menudo (sí, he vuelto a viajar gratis varias veces)
Pero el otro día cometí un error: escogí mal el vagón. Me explico. Cuando en un vagón hay un cómputo de niños superior a cinco ya la has cagado; en menos de media hora aquello se convertirá en un chiquiparck lleno de gritos infantiles y de niños saltando como monos por el pasillo. Y no importa lo fuerte que pongas el volumen de tu iPod, la voz de los niños tiene una frecuencia tan alta que supera cualquier barrera acústica. No exagero, lo he vivido. Es lo que ocurre cuando coges un tren lleno de niños salidos de la Festa dels Supers que este fin de semana se celebró en Barcelona. Y si a eso le sumas una pandilla de quinceañeras que vienen de compras y con el nivel hormonal subido ya es la bomba. (¿Me estaré volviendo una sociópata quisquillosa o simplemente una amante acérrima del silencio?) 
Por suerte este tipo de viajes son poco frecuentes. He notado un aumento del silencio y el civismo en los trenes (eso me ha hecho recuperar un poco la fe en la gente). 
Viajar sola y que tu desconocid@ compañer@ de asiento  se te ponga a hablar puede ser "peligroso". Si esa persona se empieza a hacer pesada o simplemente no te gusta, tendrás que soportar su conversación -y algún que otro silencio incómodo- durante todo el viaje. Aunque a veces puedes toparte con una desconocida agradable, como me sucedió hace unos días. 
Mi compañera de asiento me preguntó cuando llegaba nuestro tren a la ciudad X y yo le respondí educadamente. Eso llevó a otra pregunta y finalmente me acabó contando su historial de aventuras y desventuras con Renfe. Hasta aquí yo había estado un poco recelosa pero cuando sacó ese tema  tocó mi fibra sensible, ya que las dos compartíamos  indignaciones y fobias renfiles similares. Y ya sabéis que no hay nada que una más a los seres humanos que las adversidades. 
Cuando casi habíamos llegado a su destino ya me había explicado gran parte de su vida: sus problemas laborales; sus malabarismos para compaginar trabajo y vida familiar; su sentimiento de culpa por no poder disfrutar de más tiempo con sus hijas; lo cabrones que eran sus jefes... Cuando llegamos a su ciudad nos despedimos y ante mis deseos que alguno de sus problemas tuviera una pronta solución, me respondió con una amplia sonrisa: "¡Ya te contaré!". Y me imaginé que el resto de pasajeros que escuchaba nuestra despedida debió pensar que eramos viejas amigas o unas conocidas que compartían habitualmente el mismo trayecto.
Cuando el tren reemprendió su viaje me di cuenta que ni siquiera nos habíamos dicho nuestros nombres y que en realidad ella sabía muy poco de mí y yo mucho de ella.  Era evidente que esa mujer estresada necesitaba hablar con alguien y ya se sabe que hacerlo con desconocidos es mucho más fácil. Además no sé que tengo en la cara que  hace que la gente siempre acabe explicándome sus problemas.
Si fuera psicóloga le propondría a Renfe que ofreciera un nuevo servicio a sus clientes: el asiento amigo. Una especie de diván/asiento en cada vagón para quien lo necesite pueda desfogarse de sus problemas existenciales -o de su simple odio e inquina hacia Renfe- con la ayuda de un profesional.


jueves, 17 de octubre de 2013

el secreto está en la salsa

Siempre que paso tantos días sin actualizar siento que debo disculparme, pero a la vez me prometí que este blog nunca sería una obligación, que sólo escribiría aquí cuando pudiera o viniera en gana. Esta vez ha sido una mezcla de las dos cosas. El otoño me pone vaga y un poco abúlica. Además las temperaturas juegan a la montaña rusa con nosotras: ahora  frío, ahora un calor que te torras (por culpa de María Lapiedra no puedo decir esta frase nevermore sin que me venga a la cabeza la dichosa cancioncilla ¬¬') 
He pasado unos días en casa de Id. La pobre se puso enferma, con fiebre y un catarro que por suerte no ha durado mucho. Yo también he estado un poco pachucha estos últimos días, pero lo mío ha sido estomacal y migraña (¿veis como el otoño es perjudicial para la salud?).
Esta semana os podría haber explicado nuestras conquistas culinarias. Invitamos a Manray a comer y probamos un par de platos que tuvieron mucho éxito. Y otro día llevamos a la práctica una receta que hacia años que queríamos probar: tomates verdes fritos. ¿Y sabéis qué? nos quedaron riquísimos! Nunca pensé que me gustaría tanto este plato. Medio en broma, medio en serio (nunca se sabe), Id y yo hablamos de abrir nuestro propio Whistle Stop Cafe. Redondeamos el plan volviendo a ver Tomates verdes fritos juntas y como ahora me estoy releyendo el libro, comparando juntas la adaptación (¡qué rabia que censuraran la verdadera naturaleza de la relación entre Idgie y Ruth!).

nuestros  tomates verdes fritos :) 

También hemos tenido tiempo de ir al cine. A pesar de nuestra fobia compartida hacia Sandra Bullock (lo siento Sandra, junto a Jim Carrey, nunca nos has gustado) fuimos a ver Gravity. ¡Por fin una película con un uso del 3D brutal! una experiencia cinematográfica increíble que me dejó los 90 minutos que dura el film clavada a la butaca. Una subyugación similar a la que debieron sentir los primeros espectadores ante las películas de los hermanos Lumière y Mèliés. Incluso Sandra Bullock -nunca pensé que diría esto- está que se sale y no me extrañaría que se llevara su segundo (segundo?!!!) Oscar. Tal vez Gravity no tenga un gran guión, pero no lo necesita, Alfonso Cuarón sabe mantener la tensión durante toda la cinta con una manejo de la cámara sublime. En fin, si todavía no la habéis visto os la recomiendo encarecidamente, y sobretodo en  su versión 3D.


Musicalmente estas semanas también ha sido muy activas. Tengo el iPod a tope con discos nuevos: Pink Martini (Get happy), Els Pets (L'àrea petita), Janelle Monae (The Electric Lady), y muy enganchada a lo nuevo de los Kakkmaddafakka (Six Months Is a Long Time), lástima que ya no queden entradas para su concierto en Barcelona. Curioso que un grupo nórdico me inspire tanta sensación de verano.


jueves, 3 de octubre de 2013

tiempo de calabazas


Hasta que no llegan las primeras lluvias mi cuerpo no entiende que el verano ha terminado. Es la necesidad del punto final. Aunque el calor de estos últimos días tampoco ha ayudado mucho...
Esta mañana, al abrir el balcón de la habitación, un aroma de lluvia, fresco y húmedo, me ha saltado a la cara como una bofetada. A veces un buen cachete es necesario para despertar a lo evidente. 
Presiento que será un mal día para mi cabello. A la mínima insinuación de humedad, se vuelve tímido hasta retraerse en unas ondas que recuerdan a las dunas de un desierto. A Id le gusta lo que la humedad le hace a mi pelo, yo lo odio. Dice que me parezco a Son Gohan, sobretodo si hace viento y el pelo se me eriza. 
El olor de la lluvia y el cielo encapotado han traído a mi mente imágenes otoñales dignas de una postal: suelos tapizados de hojas secas -ahora mojadas y holladas por la lluvia-, colores rojizos y ocres; chimeneas donde arden fuegos acogedores, atardeceres con cielos impresionantes... He sentido ese leve frío que el otoño empieza a posar en nuestra piel.
Consigo regresar de mi ensimismamiento. Soy consciente que estoy teniendo un primer ataque de nostalgia. El otoño me pone en ese estado. Es un sentimiento cálido, pegajoso en el que es fácil revolcarse. Con un escalofrío, recuerdo que con el invierno volverán -no las oscuras golondrinas- sino las funestas tardes de domingo.
En una maniobra contraofensiva intento construir pensamientos positivos: pronto podré volver a pedir una taza de chocolate caliente en La Nena, me podré mi jersey de rayas favorito, ese que me hace sentir como una heroína de la Nouvelle Vague, pronto serán las Ferias de mi pueblo, y.... er..... No sé me ocurre nada más. ¿Qué cosas buenas pueden tener el invierno y el frío?
En fin, tampoco hace falta ponerse triste antes de tiempo, ¿verdad? Además, la idea que a finales de este mes (25 de octubre) se estrenará La vie d'Adèle me pone contenta (sí, soy una chica de fácil contentar). ¡Y tras ver esta escena todavía tengo más ganas! 


Hablando de cine, ayer volví a ver Weekend. Bien, en realidad ayer la vi  por primera vez entera porque la primera vez llegamos tarde a la sesión de Cinema Lliure a la Platja. Me gustó mucho, como también esta excelente crítica sobre la película. 

Y para terminar el post una última reflexión: ¿por qué desde finales de septiembre miles de calabazas halloweendiense invaden los escaparates? ¿tan pronto, en serio? ¿es necesario? (mecagonlacolonizaciónculturalyanki).


Oh Yeah! he venido para quedarme