miércoles, 8 de julio de 2015

cuando sientes que te derrites como un helado al sol


Calor, calor y más calor. Monotema térmico. Una capa pegajosa de sudor permanentemente adherida a la piel, salvo en esos breves y beatíficos instantes que siguen a una refrescante ducha fría. 
Adoro el verano, pero no este infierno apocalíptico que nos ha tenido secuestrados más de una semana. 
Esa forma moderna de tortura llamada "trabajo" me obliga a salir a la calle, aunque a lo largo de la avenida no se perfile ni una tímida sombra; la parada del tren nunca me ha parecido tan lejana. 
Algunos de tus amigos y familiares tienen la inmisericorde crueldad  de enviarte fotos de playas paradisíacas en islas remotas. En esos instantes los envidias a muerte. Ojalá se pudiera vivir sin trabajar y en un estado de vacaciones permanentes...!


Cuando llega el fin de semana, el calor extremo te quita las ganas de todo. Así que -como el conde Drácula- te limitas a salir de noche, que de hecho es cuando pasan las cosas más interesantes. Fiestas mayores en la miniciudad de Id. Otra cena-bollo en casas ajenas, y después a enviarlo todo a la mierda al son de Los Punsetes. Que su cantante no se mueva ni un ápice durante todo el concierto, dado el calor agobiante, te parece de lo más razonable.
Al día siguiente, comida familiar en casa de Id. Mowgli está en plena fase cansina, y se pasa el día preguntando "¿por qué? ¿por qué?" hasta poner al límite la paciencia de un santo. Por suerte pudimos huir de una soporífera y eterna sobremesa con la excusa que teníamos que ir al Fire.
Llegamos al cine con el tiempo suficiente de participar en el vals de miradas que tiene lugar en el bar-hall. Después del corto Todas solas en el que sale Nausicaa -inserid aquí un suspiro tamaño XXL- empezó la película Dólares de arena protagonizada por Geraldine Chaplin. Un aire acondicionado inhumano, que iba envolviendo sigilosamente la sala, amenazaba con convertirnos a todxs en caminantes blancos. Eso hizo que la película se me hiciera todavía más larga y aburrida. Nunca hubiera pensado que salir al exterior fuera un alivio! Odio los aires acondicionados desbocados. 

Empiezo la semana arrastrando demasiadas horas de sueño y agobiada por tantos días de calor. 
Eso no nos impidió quedar ayer con MPop y Swank para ver el final de temporada de Orange Is the New Black. Muchas ganas de hacer lo mismo que sus protagonistas en la escena final: tranquilxs, no spoilers here. Ahora a esperar otro año eterno para ver la próxima temporada...

Y hoy, por fin la tregua con los termómetros me devuelve las ganas de hacer planes; de pensar en lo que haremos durante los próximos 10 días en los que dispondremos de la casa y el coche a nuestro antojo. Sí, la madre de Id también se marcha de vacaciones! Pero eso no me provoca envidia, sino alegría (si, vale, soy un poco mala...).

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