También he descubierto que enseñar algo que se sabe de manera inconsciente, intuitiva, es muy difícil. Que aunque ahora me cueste más, nunca es tarde para aprender cosas nuevas. Que a pesar de lo mucho que odio el invierno y el frío, me fascina la nieve. Que las agujetas pueden llegar a ser muy dolorosas y duraderas.
Y es que para celebrar nuestro reciente aniversario, y aprovechando el puente de este fin de semana, nos fuimos de viaje a Andorra. Desde que conozco a Id que la escucho explicar lo mucho que le gusta esquiar (lo hace desde los 3 años), mientras que yo, solo he ido una vez en toda mi vida. Ella decía que tenía ganas de enseñarme, que estaba segura que aprendería rápido y así podríamos ir a menudo a esquiar juntas. Pese a mi miedo inicial (repito que solo había ido a esquiar una vez y no es que hiciera mucho), me convenció con su confianza y entusiasmo.
Reservamos habitación en Andorra, casualmente en el mismo hotel donde también estaban mi hermana 2, con mi cuñado y los niños. Por culpa de una caravana kilométrica llegamos tarde, justo a la hora de cenar. Fuimos a un restaurante con mi familia y nos acostamos pronto.
Al día siguiente madrugamos para llegar temprano a la estación de esquí. Como habíamos llegado de noche todavía no había podido apreciar la majestuosidad de las montañas, que amenazantes, parecían estar a punto de tragarse las casas del valle.
Hacía un día fantástico, con mucho sol y poco frío. Hasta ese momento había estado tranquila, pero en cuanto me puse los esquís y vi la pendiente de la pista verde empecé a ponerme nerviosa. Id estaba contenta, y repetía que después de un par de bajadas por la pista verde, seguramente ya estaría preparada para ir con ella a una azul. Ese exceso de confianza y expectativas me puso aún más inquieta. Debía hacerlo bien, además Id en un arranque de optimismo, me había comprado el forfet completo en lugar del de debutante.
Nos pusimos los esquís, y nos tomamos cuatro fotos. Mis sobrinos y mi cuñado desaparecieron pronto subidos en el telesillas. Por mi parte, la realidad se hizo presente con la primera caída pocos minutos después de enfundarme los esquís. Aquello no iba a ir bien, pero ignoré a mi intuición y me monté con Id en el telesilla.
Al llegar a la cima de la pista y observar la pendiente, empecé a sudar de pánico. Aun así, intenté fijar mi atención en las indicaciones de Id y a poner en práctica lo poco que sabía; es decir, hacer cuña. Empecé a descender pero en lugar de frenar, todo se aceleraba. Oía a Id gritar: "gira, gira!!" pero los pies no me respondían, así que decidí tirarme. Id me ayudó a levantarme y volvió a repetir, cada vez con menos paciencia, las mismas explicaciones que antes. Yo la oía hablar, entendía todas sus indicaciones pero mi cuerpo parecía no hacerlo. "Gira el talón", "clava el palo", "abre más la curva"... Volví a intentarlo, pero otra vez sentía que perdía el control. Y con cada caída, con cada fracaso, sentía que defraudaba las expectativas que Id había puesto en mí. Su paciencia inicial fue despareciendo. Cada vez me gritaba más, se volvía más exigente y dura conmigo. Empecé a sentirme incapaz, inútil, y muy cansada. Todo mezclado con un sentimiento de rabia y odio hacía Id. ¿Por qué me trataba así? ¿Por qué me obligaba a hacer algo que no podía?
Se hizo evidente otro fracaso: Id era incapaz de enseñarme algo que ella había aprendido de manera inconsciente, casi jugando, cuando era una niña. Enseñar a esquiar a un adulto requiere de unas técnicas pedagógicas y unas explicaciones de las que ella carecía.
Cuando conseguí bajar la pista, estaba tan exhausta que me quité los esquís y me fui a la cafetería con mi hermana. Id siguió esquiando sola o con mis sobrinos, y no volví a verla hasta la hora de comer. Me sorprendió comprobar que seguía guardándole cierto resentimiento. Eso no me gustaba, especialmente después de la fantástica noche que habíamos pasado en el hotel (no puedo explicar nada más sobre eso porque Id me censuraría el post). Así que, como le había prometido a Id antes de comer, decidí darnos - y darme- otra oportunidad y volví a subirme a los esquís.
Al llegar a la cima de la pista y observar la pendiente, empecé a sudar de pánico. Aun así, intenté fijar mi atención en las indicaciones de Id y a poner en práctica lo poco que sabía; es decir, hacer cuña. Empecé a descender pero en lugar de frenar, todo se aceleraba. Oía a Id gritar: "gira, gira!!" pero los pies no me respondían, así que decidí tirarme. Id me ayudó a levantarme y volvió a repetir, cada vez con menos paciencia, las mismas explicaciones que antes. Yo la oía hablar, entendía todas sus indicaciones pero mi cuerpo parecía no hacerlo. "Gira el talón", "clava el palo", "abre más la curva"... Volví a intentarlo, pero otra vez sentía que perdía el control. Y con cada caída, con cada fracaso, sentía que defraudaba las expectativas que Id había puesto en mí. Su paciencia inicial fue despareciendo. Cada vez me gritaba más, se volvía más exigente y dura conmigo. Empecé a sentirme incapaz, inútil, y muy cansada. Todo mezclado con un sentimiento de rabia y odio hacía Id. ¿Por qué me trataba así? ¿Por qué me obligaba a hacer algo que no podía?
Se hizo evidente otro fracaso: Id era incapaz de enseñarme algo que ella había aprendido de manera inconsciente, casi jugando, cuando era una niña. Enseñar a esquiar a un adulto requiere de unas técnicas pedagógicas y unas explicaciones de las que ella carecía.
Esta vez Id tuvo muchísima más paciencia y me trato con más ternura y cariño que antes. Empezamos por lo básico y cuando ya me sentía con confianza volvimos a subir a la pista. Id cambió de técnica. Me agarró los palos de un extremo y me hizo sujetarlos del otro y empezamos a bajar juntas, ella de espaldas y yo de cara. Me indicaba que girara y por arte de magia lo hacía. Todo lo que me había parecido imposible por la mañana se había vuelto sencillo. Empecé a entender y a sentir, no con la cabeza, sino con el cuerpo en que consistían los movimientos. Volvimos a repetir el ejercicio unas cuantas veces, y con cada descenso, me divertía más. Por fin empezaba a disfrutar y los malos sentimientos que había tenido por Id desaparecieron. Volvía a pasármelo bien con ella, a sentir que la amaba mucho, a que era posible aprender a esquiar a mi edad. Bien, todavía necesito aprender muuuucho, pero atisbé que eso era posible.
Pero también quedó claro que la próxima vez cogeré un monitor nada más llegar, ya sea por la salud de nuestra relación y por la de Id, que acabó deslomada de enseñarme a esquiar.
Al día siguiente, y al otro y al otro... no podía moverme de las agujetas, nunca las había tenido tan bestias. Era horrible! No sé cuando repetiremos otra escapada a la nieve; espero que sea pronto porque si no olvidaré lo poco que he aprendido. Pero algo tengo claro: mi estado de forma físico es patético, por no decir nulo. Sin duda el esquí es uno de los deportes más exigentes y cansados que he probado.
Nos quedamos con ganas de ir a Caldea; nos hubiera venido bien para recuperarnos al día siguiente, pero no tuvimos tiempo. Hicimos algunas compras y nos marchamos hacia casa. Al día siguiente teníamos una comida antinavideña con las Sestras; hacía tiempo que no las veíamos y nos hacía mucha ilusión. Todo lo que había quemado los días anteriores lo recuperé pronto a base de comer (sobretodo turrón de chocolate), y pasarnos la tarde jugando al Fifa con ellas.
Y es que amigxs, la Navidad está cerca y con ella los atracones de comida y la reuniones familiares...
Y es que amigxs, la Navidad está cerca y con ella los atracones de comida y la reuniones familiares...
Te comprendo... He ido 2 veces a esquiar y han sido un fracaso ambas.
ResponderEliminarDe pequeña casi acabo estampada contra un pino y luego plana cual dibujo animado en carretera.
Y de adolescente, aventurada me lancé por una pista en la que haciendo cuña, aceleraba cada vez más. LO JURO! terminé lanzándome al suelo, antes de aplastar a la gente que hacía la cola, y fingí dolor de espalda, para quedarme el resto de días en mi hábitat favorito: EL BAR.
jajajajajaja yo también, por mucho que hiciera cuña no paraba de acelerar y me veía estampada contra un árbol y matando a alguien de camino.
EliminarMi hermana también renunció a esquiar, dice que en el bar, tomando el sol y café, se está mejor. No os falta razón ;D
Enseñar a la persona que más quieres... ¡qué difícil! ¡Qué bonito!
ResponderEliminarToda la razón María! ;)
Eliminar¡Creo que yo soy muy parecida a Id! Más de una vez he intentado enseñarle a Pablo cosas que ya doy por sentado, y he perdido la paciencia al ver que le cuesta trabajo hacerlas por primera vez.
ResponderEliminarPero he ido ejercitando el músculo de la calma, porque es bien cierta la idea con la que abriste tu texto: "De que quiero mucho a Id, pero que a veces puedo llegar a odiarla un poco. Si una persona es importante en nuestras vidas, suele crearnos este tipo de ambivalencias".
Me pasa todo el tiempo.
¡Suena a que se divirtieron como nunca en Andorra! Y tus fotos me encantan, ojalá en alguna ocasión platiquemos sobre tu cámara y demás, porque uno de mis hobbies es la fotografía.
Muchos besos y cariños desde México, querida Hiro :D
Es difícil enseñar cosas o capacidades que tenemos muy automatizadas, sobretodo a las personas que queremos.
EliminarYo también debería ejercitar más ese músculo, jaja reconozco que tengo poca paciencia.
Sí, tenemos ganas de repetir pronto el viaje :)
Gracias! antes de conocer a Id ya me gustaba la fotografía, pero tener una novia fotógrafa me ha ayudado mucho a mejorar mis fotos, jeje
Besos y un abrazo enorme guapa :)
Yo aprendi en una pequenia "cuesta juntando las "punitas de los "esquies pero cuando me llevaron a la grande no podia volver "a suburb pues todos/as iban "hacia bajo y me cai "doce veces. Fue primera y "ultima vez.
ResponderEliminarFELIZ DICIEMBRE Y FELICES FIESTAS!!
Ysa,
La primera vez que fui a esquiar también lo hice en una cuesta pequeña. Pero esta vez, con Id, me llevó a una pista más grande y ahí sí que me caí muchas veces... A pesar de eso, y ahora que me he olvidado de las agujetas, lo volveré a intentar en otra ocasión: pero con un monitor jaja
EliminarFelices Fiestas Ysa!! :D
Besos
No he anat MAI a esquiar, i la veritat és que no em crida excessivament l'atenció: la combinació fred + matinar no seria el més gran dels estímuls dEsoRdeNats... però suposo que si en saps, deu ser divertit.
ResponderEliminarPD: aniràs a Les Sueques divendres? ;D
jajaja la veritat és que no t'hi imagino ;p
EliminarSi agafes un bon dia, com ens va passar a nosaltres, no passes gens de fred, més aviat vaig suar molt. I si no vols matinar, tens l'opció de forfet de migdia ;)
Quan en deus saber ha de molar molt perquè pagui la pena tant d'esforç (posar-se les botes i caminar ja és un calvari!).
Pd: lo més segur és que sí! :D
Yo odio ir a esquiar. Supongo que me pasó os mismo que tú el primer día: los que saben se creen que con decir "haz cuña" ya está todo solucionado. La única opción, antes de coger una velocidad mortal, era tirarse, con lo que saltaba el esquí, luego vete a buscarlo... nunca lo he pasado tan mal en mi vida. Repetí una vez más y vi que no era lo mío: caderas y rodillas, agujetas, todo bien jodido. ES muyyy duro.
ResponderEliminarNO he vuelto nunca más.
FES CUNYAAAAAAAAAAAA
como los odiaba, diosss! jaja
jajajajajajajajajaja ¡cómo te entiendo!! yo también lo pasé muy mal y por mucho que hiciera cuña aquello no paraba. Y las agujetas del día siguiente fueron mortales!!!
EliminarLe daré una segunda oportunidad a eso de esquiar... sobretodo por Id. La de cosas raras que se hacen por amor!! Ains...!