lunes, 29 de agosto de 2016

el olor a pinar siempre me hará viajar a los veranos de mi infancia



Hay veces que me cuesta volver aquí, pero siempre acabo regresando. ¿Seguiré escribiendo en este blog dentro de diez años? quien sabe... Hace tiempo que asumí que en esta vida lo único seguro es la incertidumbre. 
Trabajar en agosto no me ha resultado tan duro como pensaba. Aunque el aburrimiento ha hecho que todavía encuentre más absurdo mi trabajo y mis compañeros. El jueves y el viernes me los cogí de fiesta (todavía me quedan días de vacaciones que reservo para septiembre). Me gustó levantarme temprano y desayunar en el balcón mientras observaba despertarse al barrio; ventajas de tener un balcón en un chaflán del Eixample. 
También fui a la biblioteca, y me emocioné tanto, que salí con cuatro libros y dos cds. Entrar en una librería y una biblioteca siempre tendrá para mí algo balsámico. Nada malo puede ocurrirme ahí. Además, me encanta dejarme seducir o sorprender por los libros que encuentro por azar. 
Así topé, en la sección de cómics, con La espinaca de Yukiko, de Frédéric Boilet, una novela gráfica que hacía años que quería leer y que casi había olvidado.
També me encontré con Riot grrrl, revolution girl style now, un libro que recoge la historia del movimiento Riot grrrl con una infinidad de material gráfico fascinante. A ver ahora si encuentro tiempo para leer éste y todos los libros que tengo pendientes y apilados en casa...
Hablando de bandas de chicas, repetimos concierto de Les Sueques -con este creo que van seis- durante las fiestas de Gràcia. Cuanto más las escucho en directo, más me gustan. También fuimos a ver las calles adornadas, pero este año con más calma. También salimos un par de noches aunque esto supusiera estar hecha una mierda al día siguiente en el trabajo (trasnochar, beber y trabajar, empieza a ser un misión imposible).



También ha habido tiempo para miniexcursiones por la Costa Brava para pasar el día con Diseñadora y su familia. Adoro a sus dos niños que aún reconocen a la pequeña que vive en mí y me invitan a jugar con ellos a exploradores. Me regalaron incluso una valiosa linterna mágica como premio: "Así podrás jugar a exploradores en tu casa". Me hicieron recordar lo fantásticos y mágicos que eran los veranos de antes. 
El olor intensa a pinos también me los recuerdan, por eso me gustó tanto pasear en moto con Id por la carretera de Vallvidrera. 
El jueves fue su cumpleaños y le regalé una GoPro (no sé la esperaba para nada) así que la sujetamos en la moto y grabamos la excursión. Ayer por la mañana fuimos a la playa y la probamos bajo el agua. La verdad es que mola mucho. Después comimos pollo alas como en los domingos de mi infancia.

Sí, estoy un poco nostálgica, pero hace días que tengo esa sensación tan odioso que me invade cada año a finales de agosto. El verano se acaba, el verano se acaba... y no me siento preparada para afrontar el otoño y otro invierno. Pero luego me digo que aún queda septiembre, y la experiencia me dice que puede llegar a ser un buen mes. 


miércoles, 10 de agosto de 2016

vacaciones boomerang

ejemplo de vídeo boomerang sacado de internet

Últimamente me he aficionado a hacer boomerangs. Me chifla eso de atrapar un momento y poder jugar con él; supongo que  alimenta la ingenua fantasía de que soy capaz de manipular minímamente el fluir del tiempo. Nada más alejado de la realidad, claro está, porque si así fuera hubiera alargado mi semana y media de vacaciones como un chicle.

Ayer tenía tantas pocas ganas de volver al trabajo que, sin querer -o no-, me pasé de parada de metro. Si llego a hacer un mes de vacaciones, como algunos de mis compañeros, no hubiera regresado. Mientras iba en metro fantaseaba con eso, con la idea de desaparecer y no dar ninguna explicación a nadie. Tal vez por eso me pasé de parada...
Así que llegué un poco tarde, pero no pasa nada. Lo único bueno de mi trabajo es que, dentro de unas horas fijas, tengo flexibilidad horaria a la hora de entrar y salir. 
Los pocos compañeros que quedan todavía en la oficina tampoco tenían ganas de trabajar, así que cada mañana nos pasamos una hora charlando y holgazaneando (eso de no tener jefes durante este mes mola!). 
Trabajar en agosto en esta ciudad tiene algo de onírico. Las calles, a primera hora de la mañana, están desiertas, al menos las no turísticas, y casi todas las tiendas y bares de mi barrio están cerrados. Ahora no sé dónde ir a comprar buena fruta y verdura.
En el trabajo, las oficinas de mi planta están en un silencio tan extraño que parece post-apocalíptico, cuando lo normal es oír el discurrir continuo de voces y teléfonos. Si mi trabajo fuera siempre igual de tranquilo y placentero, no estaría contando los días que me quedan para terminar mi contrato.

Por suerte todavía me quedan algunos días de vacaciones a finales de mes y otros en septiembre. A ver si entonces puedo hacer algún viaje-escapada con Id. Este mes también le ha tocado trabajar, así que durante mis vacaciones pasé algunos días con ella en Barcelona y luego me fui al pueblo porque eran las Fiestas Mayores.
Allí volví a recordar lo insoportable que puede ser la convivencia con mi madre y mi hermana-3 La Gruñona. Por suerte están mis sobrinos (que están enormes!), e Id vino a rescatarme durante el fin de semana.

También nos hemos puesto al día con las series que teníamos pendientes (ese final de Orange is the New Black!!) y nos ha entusiasmado Stranger Things (aix...! Winona Ryder...! mi amor platónico adolescente..!). Ese rollo nostálgico ochentero repleto de referencias ha enamorado a todos los que fuimos niños durante esa década.


También tengo gafas nuevas. Ahora, en palabras de Id, parezco una intelectual republicana. Vete tú a saber que quiere decir eso... Supongo que que tengo una cara de "niña-buena-que-no-ha-roto-nunca-un-plato" que no se aguanta. Bah!


martes, 2 de agosto de 2016

La chica que no sabía deletrear su nombre

foto: hiro

Desde el viernes que estoy de vacaciones! Iuujuuu! Las necesitaba. La última semana en el trabajo fue una locura; mi cabeza estuvo a punto de explotar y llegué a niveles de estrés casi insostenibles. Así que mi primer día de vacaciones lo dediqué a relajarme y a dormir. Y este fin de semana lo hemos pasamos en familia en el apartamento de la playa. Sol, mar, barca, helados y marisco. 
Pero antes de eso, Id y yo fuimos a la presentación de un libro muy especial.

Stuart Murdoch, líder de una de mis bandas favoritas -Belle and Sebastian-, venía a Barcelona a presentar su libro El café celestial, una recopilación de historias de la vida cotidiana y diario que el cantante escribió entre los años 2002 y 2006.
La presentación se hacía en la Calders, una de mis librerías preferidas, a las 19:30h. Llegamos allí una hora antes, y justo en la entrada de la librería me topé con Stuart Murdoch. Reprimí mi nervios de fan, e hice como si fuera lo más normal del mundo cruzarme con el compositor de algunas de las canciones que me han ayudado tanto en algunos momentos de mi vida.  
Entramos en la librería y la sala ya estaba llena a rebosar. Calor sofocante, ni atisbo de aire acondicionado, simplemente cuatro ventiladores insignificantes escupiendo aire caliente. Compré el libro, una cerveza y conseguimos colocarnos en un lugar con buenas vistas y una tímida corriente de aire. Cuando por fin llegó la hora, como pasa en los conciertos, empezó a aparecer gente de la nada y a colocarse justo delante de nuestras narices, pero a golpes de abanicó conseguí recuperar visión y mi espacio personal. Mientras se dirigía hacia la mesa para empezar la presentación, Stuart pasó junto a mi lado. Volví a hacerme la sueca para que no notara mi nerviosismo. 
La presentación estuvo bien, aunque el presentador era bastante soporífero, incluso Stuart comentó que estaría bien dejar que el público interviniera y le hiciera preguntas. Explicó anécdotas divertidas y, para nuestra desilusión, de momento no tiene pensado escribir ninguna novela.


Tras la charla, se formó una fila eterna para la firma del libro. La gente sacaba la discografía completa de Belle and Sebastian para que se la firmara, se hacía mil fotos con él y le explicaban su vida. Cuanto más iba avanzando la cola más nerviosa me ponía. Mentalmente iba repasando lo que le iba a decir: básicamente mi nombre deletreado en inglés para que pudiera dedicarme el libro. 
Cuando finalmente llegó mi turno, Stuart se levantó y cogió su mochila. ¡Mierda! -pensé- justo cuando me toca a mí se acaba el tiempo y se va. Falsa alarma, simplemente revisó un momento su teléfono, cogió un chicle y me pidió disculpas con una tímida sonrisa. "Don't worry" conseguí contestarle. Cuando me acerqué a él, solté un escueto "Hello, my name is hiro" y le entregué el libro. Stuart empezó a escribir su dedicatoria, pero entonces paró y me preguntó cómo se escribía mi nombre. Aquí mis nervios -los muy cabrones- me jugaron una mala pasada, y a pesar de mis ensayos mentales anteriores, deletreé mal mi nombre. Stuart me preguntó si  lo había escrito bien, y yo "no, is hiro". Entonces garabateó mi nombre en el dorso de su mano y me preguntó si estaba bien así. "Yes", dije avergonzada. Corrigió como pudo la dedicatoria y me devolvió el libro. Le di las gracias y me fui, incapaz de pedirle ni siquiera una foto. Por suerte Id inmortalizó mi momento de deletreo torpe y la sonrisa que me dedicó Stuart, que en todo momento fue un encanto.

Stuart dedicándome el libro (foto: id)

Siempre me pasa igual, cuando estoy delante de alguien que admiro me encojo, y los nervios y la timidez, me hacen quedar como una idiota torpe. ¿Pero como le dices a alguien que sus canciones ya forman parte de ti? que las has hecho tan tuyas que ya viven incrustadas a algunos de los instantes y recuerdos más felices de tu vida?
En fin, al menos me fui con el consuelo de pensar que esa noche, cuando llegó a su hotel, Stuart volvió a ver mi nombre escrito en su mano y recordó a la chica que no sabía deletrear su nombre. ¿Sería un título genial para una canción de Belle and Sebastian, no creéis?