El mes de mayo está pasando tan rápido que acabará y no me habré dado ni cuenta. El tiempo pasa deprisa cuando se es feliz.
Tal vez por eso no me fastidió tanto, como diría dEsoRdeN, la putalluvia de esta última semana. Y eso que truncó mucho de los planes que tenía preparados; entre ellos la Noche de los Museos.
Algo tan simple como convivir durante una semana y media con Idgie, como si por fin viviéramos juntas, es lo que consigue hacerme feliz. Cosas simples como cocinar juntas, poner lavadoras, compartir la cama, ver la tele, hacer la compra, invitar a amigos a comer... Esos actos tan cotidianos para la mayoría de las parejas, en nuestro caso sigue siendo una excepción y una fuente de placer y diversión. Por ejemplo, nos lo pasamos genial haciendo pizzas caseras -nos salieron riquísimas-, con todo un reportaje fotográfico que lo atestigua (sí, Id hace fotos de todo) y batidos de fresa.
También hicimos una excursión hasta el Turó de la Rovira. En la cima de esta montaña, las autoridades republicanas, para combatir los bombardeos que sufría Barcelona durante la Guerra Civil, instalaron unas baterías antiaéreas. Ahora el lugar se ha convertido en el mejor mirador de la ciudad, con vistas de 360º.
vistas desde el Turó de la Rovira (foto: hiro)
La lluvia nos arruinó muchos planes pero, por una vez, y sin que sirva de precedente, no me molestó. Solamente lo hizo el día en que habíamos quedado para conocer a alguien especial: otra persona que he conocido gracias a este blog. La fuimos a recoger a la estación de Sants y fuimos a desayunar al Federal. Allí, como si fuera la Noche de Reyes, nos regaló unos libros preciosos y más cosas. Ante tanta generosidad y admiración admito que me sentí abrumada, pero esta amiga nos explicó como Id y yo le habíamos devuelto la fe en las personas y lo mucho que le había ayudado mi blog. Y eso es una de las cosas más bonitas que me han dicho nunca.
Después fuimos al CaixaForum a ver la fantástica exposición sobre Georges Méliès. Me gustó tanto que pienso volver. Y tras comer en La Nena, volvimos a repetir en La Pedrera, la exposición de Chema Madoz.
Tampoco pudimos ir, por incompatibilidad de horarios y días, a la Filmoteca, pero nos montamos una sesión casera con humus, en lugar de palomitas, para ver La invención de Hugo. Y es que a grandes males, grandes remedios.
Y hablando de cine, tengo unas ganas infinitas de ver La vida de Adele, la adaptación cinematográfica de la novela gráfica de Julie Maroh El azul es un color cálido. Tanto la película, como la actriz Adèle Exachorpoulos, suenan como firmes candidatas para ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes.