viernes, 29 de noviembre de 2013

historias que nos contamos

 
más fotos del estilo aquí

"Me está claro que siempre estuve ahí, en algún lugar del ADN de mis ancestros, sólo esperando para nacer. Así que este sujeto único siempre ha existido, aún en el misterio de la nada."
 -Stories we tell, Sarah Polley

En mi pueblo todo el mundo anda revolucionado por la creación de un grupo de Facebook titulado "Nuestro Minipueblo de antes" (donde pone "minipueblo"-no es que se llame así- se entiende que va el nombre real de mi pueblo). En este grupo, creado por dos vecinos de la localidad, la gente puede compartir sus fotos familiares antiguas y así redescubrir y/o recordar como eran antes nuestras calles, edificios, colegio, trenes, fiestas y antepasados.
La idea ha tenido tanto éxito que a la semana de su creación el grupo ya tenía más de 400 miembros (ahora supera los 600). Aunque la idea, muy novedosa no es porque un grupo parecido ya existía con la ciudad de Barcelona. Pero la gracia de hacerlo con un pueblo es que aquí todo el mundo se conoce y realmente hace mucha gracia reconocer en las fotos -por ejemplo- que esa chica en bicicleta por la calle mayor es la abuela de Fulanita. En algunas caras desconocidas detectas un aire de familia, un "déjà vu" que te hace suponer que ese debe ser el padre de Menganito. O descubrir que esas viejecitas que van cada domingo a misa, aunque parezca obvio, también fueron jóvenes y guapas. Aunque para mí, lo más curioso es comprobar lo mucho que ha mejorado nuestro pueblo; y como algunas casas siguen estando iguales, mientras que otras -entre ellas el antiguo cine- han desaparecido para siempre. Memoria colectiva compartida por obra y gracia de las redes sociales.
La creación de este grupo ha motivado que mucha gente del pueblo haya desempolvado sus antiguas fotos familiares y ahora las exhiba orgullosa de su pasado. 
Mi madre, tras muchas reticencias y alguna censura, ha permitido que colguemos algunas de sus fotos de niñez y juventud. En un primer momento le hacía reparo pero ahora le encanta que le digamos la cantidad de "me gustas" y comentarios que han conseguido sus fotos.
Y aunque mi padre no es de aquí, sino de un pueblo cercano, el otro día, hablando de fotos, bajó una caja rebozada de polvo del desván con las fotos que tenía mi abuela en casa. Algunas de esas imágenes no las había visto nunca: mi padre con apenas un año sentado en una silla, con un pelo tan rizado y rubio que parece un querubín. En una mirada, una sonrisa, un gesto, descubrimos parecidos antes desconocidos que nos sorprenden. Mi abuela joven y regordeta en cuyos rasgos veo fugazmente a mi hermana mayor. En otra foto, mi padre adolescente en compañía de sus amigos tiene la misma pose que mi sobrino. 
Seguimos examinando las fotos como quien contempla un tesoro, buscando en ellas, sin darnos cuenta, retazos de un ADN común. Es como si en ese pasado desconocido nos buscáramos a nosotros mismos, como si buscáramos ese eslabón que nos vincula con unos antepasados con los que compartimos algo profundo y desconocido.


Casualidad o no, todo esto sucede el mismo día que descubro una película excelente de Sarah Polley titulado Stories we tell. Un documental sobre la memoria y la forma en que contamos las historias de nuestras vidas.
Stories we tell se centra en la historia familiar de la propia directora que plantea el guión de la película a partir de las diferentes versiones de lo ocurrido de todos los familiares y amigos que estuvieron involucrados. Polley pone de manifiesto que la verdad acerca del pasado "muchas veces es efímera y difícil de identificar [...] termina siempre con cambios y ficciones en ellas, casi siempre no intencionados." A pesar de eso, la directora intenta buscar la verdad dentro de cada situación, ya que esa es la función crucial del arte. 
A medida que el documental avanza, descubrimos como un chiste familiar acabó volviéndose real y que precisamente ahí, reside el núcleo central de la historia. Llegados a este punto, uno de sus entrevistados pone en duda que la verdad se obtenga recogiendo testimonios, porque "la gente tiende a declarar en función de lo que ha visto, de lo que ha sentido, de lo que recuerda y de sus lealtades. Y acumulando versiones nunca se llega al fondo de las cosas".
Stories we tell es un ejercicio de sinceridad brutal; una reflexión sobre como nos explicamos nuestras historias, sobre la plasticidad del concepto familia, como ésta puede condicionar nuestras decisiones vitales y como pueden llegar a desconocerse entre sí sus miembros.

Para terminar, señalar que hay dos películas en cartelera que tengo muchas ganas de ver que también giran entorno al tema de la familia. El remake de Cuentos de Tokio, Una familia de Tokio de Yôji Yamada, y De tal padre tal hijo, de Hirokazu Kore-Eda.

domingo, 24 de noviembre de 2013

smartphobia



Recientemente he descubierto que mis hermanas charlan y comparten fotos entre ellas por whatsapp. Que mi hermana 3, la Gruñona, se haya comprado un smartphone (o un sillyphone como diría el chico desordenado) me ha convertido oficialmente en la sister tecnológicamente "marginada" de la familia.
¿Eso me molesta? un poco en la superficie, pero nada en absoluto en el fondo. Tras comprobar lo enganchadas que están algunas de mis amistades y hermanas al móvil, paso de aceptar esa especie de servilismo o esclavitud moderna que han supuesto apps como WhatsApp y Line. De hecho ya mantengo una relación de amor-odio con mi móvil actual, que vive medio abandonado entre mi habitación y mi bolso. 
En cierto modo (Id, perdona lo que voy a decir ahora) que le robaran el Galaxy a Id fue un alivio porque no me gustaba como ese aparato la estaba abduciendo. Lo único para lo que le hecho en falta es porque me molaba mucho hacer fotos con Instagram (a la práctica la cuenta de Id era casi mía, jiji)


¿Pero vivir pendiente de los malditos mensajitos de los grupos de whatsapp? no way! No tengo nada en contra de los smartphone, pero sí del uso que alguna gente hace de ellos. ¿Por qué vosotros encontráis normal que la gente vaya tecleando por la calle como zombies y ni se aparten cuando te cruzas con ellos? ¿Qué pasa, me he vuelto transparente? tengo ganas de gritarles. Pero lo paradójico de los smartphone es que sirven para todo menos para llamar. Es el primer teléfono de la historia que menos se utiliza como tal. Ahora la gente ya no se llama, se "whasapea".  Y claro, como yo no tengo whatsapp, me he vuelto "una amiga cara": para hablar conmigo me tienen que llamar o enviar un sms (eso que cuesta dinero y mucha gente casi ha olvidado lo que es).
Otra cosa que detesto de los smartphones, es quedar con alguien y de repente encontrarme charlando sola porque esa persona está atendiendo a sus mensajes en lugar de escucharme a mí, que estoy ahí delante. Y eso empieza a ser una epidemia alarmante. La persona física, la que se tiene en frente, ya no es importante, uno debe obedecer ciegamente a ese pitido tiránico, debe leer el mensaje, responder, sin tener en cuenta que ha dejado con la palabra colgando a ese otro amigo que ha hecho el esfuerzo de quedar cara a cara para charlar.


Por lo menos los smartphone han conseguido algo bueno. Ahora en los vagones de tren ya no se escucha la cháchara incesante y las conversaciones inútiles de la otra gente hablando por el móvil (a mí -en cambio- siempre me ha dado vergüenza hablar por teléfono en los transportes públicos). En su lugar, ahora se escuchan constantemente pícaros pájaros piando, como si una estuviera en medio de un bosque frondoso en plena madrugada. Aunque el teclear frenético de mis compañeros de asiento pueda llegar a inquietarme. 
No, definitivamente me importa un bledo -como diría Red Butler- no tener whatsapp aunque eso suponga sentirme excluida de las conversaciones ajenas. No cambiaría mi libertad por el yugo de un trino.

(Vale, lo reconozco. No quiero tener smartphone porque soy débil y sé que si uno de esos aparatitos cayera en mis manos sería la más adicta del mundo). 

Mirad que cosas más chulas se pueden hacer gracias a Instagram.

Nota post-edición: vía facebook me hacen llegar este corto titulado "iDiots", ideal para ilustrar este post.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

just like heaven

foto: Id

Semana de actividad frenética con una pausa en el fin de semana para ponerme enferma. Después de una indigestión inclemente que me dejó hecha polvo todo el fin de semana, he pillado un resfriado de aquellos que no te abandonan durante semanas. ¡Puto frío! Además me perdí el concierto de Els Pets, aunque para mi consuelo su nuevo disco (a parte de dos o tres temas) me ha dejado bastante indiferente.

La semana pasada pareció, tanto por el buen tiempo como por la hiperactividad, un espejismo de primavera. Ayudé a Id con dos sesiones de fotos infantiles: una fue genial y la otra fue más complicada, pero el resultado final ha sido asombroso. Id hace maravillas con la edición de imágenes. 
También hubo tiempo para sesiones de fotos improvisadas y divertidas con mis sobrinos. Coincidiendo con el Movember -contracción en inglés de 'moustache' (bigote) y 'november' (noviembre)- hicimos un bigote y una barba con cartulina y nos hicimos fotos; mis sobrinos se lo pasaron pipa.
Como cada año -ya es una especie de tradición instaurada- fuimos al CCCB a ver la exposición de World Press Photo. Esta edición me gustó más que la del año anterior. Hubo fotos y reportajes que me dejaron muy afectada por lo que flipé con la cantidad de niños que acompañaban a sus padres a la exposición.

Repetimos película con Léa Seydoux, pero esta vez no fue Adèle, sino Sister. Una película dura, donde se nos muestra la relación de amor y odio entre una joven y su hermano pequeño Simon, el auténtico responsable del pequeño núcleo familiar. Un retrato desolador e inolvidable de una infancia herida que en ciertos momentos me recordó a Los 400 golpes de Truffaut.
También acudimos a un evento misterioso al que nos invitó Carrie: la presentación de un proyecto webblog en una nave industrial del Poble Nou. Mucho moderno y pseudointelectual bebiendo cerveza Moritz, pero por lo menos la fiesta sirvió para reencontrarnos con el grupo de las Heteras.

Pero el acontecimiento más importante de la semana fue la celebración de nuestro cumpleaños de pareja. Queríamos que fuera un día especial, un día para nosotras solas, pero resultó ser de lo más concurrido. Quedamos para comer en Gràcia con Pat, con quien charlamos largamente sobre La vie d'Adèle (sí, ya es un tema recurrente entre bolleras). Después tomamos el café con el padre de Id, que estaba de paso por la ciudad. De ahí, visita corta a la fiesta de cumpleaños de mi ahijada la terrible en un chiqui park. Luego nos fuimos directas hacia el cine. Tenía entradas para el preestreno de la última película de Woody Allen, Blue Jasmine. ¡Nos encantó! sobretodo la actuación de Cate Blanchet y Sally Hawkins. Dos hermanas tan diferentes como el día y la noche que con mucho humor -como sólo sabe hacerlo Allen- nos vienen a decir que ante vida sólo hay dos opciones: resignarse o volverse loco. Todo lleno de situaciones hilarantes y cómicas con unos personajes secundarios fantásticos (memorable el primer encuentro entre Jasmine y el nuevo novio de su hermana y un amigo).
Después de la película fuimos a cenar al Tarannà. Y como nos pasó en nuestra primera cita, elegimos un mal plato. Pero a parte de esa nota negativa, el día fue perfecto. Además Id me regaló un colgante que me gustó muchísimo.
¿Y cuántos años cumplíamos? ¡Cuatro! Qué rápido pasa el tiempo! antes solía asustarme al pensar en relaciones tan largas pero ahora hay algo que me sorprende todavía más. Y es que en cuatro años de relación siento que cada día quiero más a Id, que nuestro amor, en lugar de debilitarse o erosionarse con el paso del tiempo, se ha hecho más fuerte y ha crecido de una manera maravillosa. Id sigue siendo y será lo mejor que me ha pasado en la vida.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

¿Me gustó La vie d'Adèle?


*Aviso: el post contiene spoilers.

Hace un par de días que tengo este post pendiente, y no porque no haya tenido tiempo -que también- sino porque no podía. Me explico. El lunes por fin fuimos a ver La vie d'Adèle. Después de escuchar y leer tantas opiniones diferentes temía que mi visión de la película se viera intoxicada.
¿Me gustó? cuando salí del cine era incapaz de responder a esta simple pregunta. Acababa de salir de una experiencia cinematográfica de tres horas que me había sacudido como pocas películas lo han hecho. Al día siguiente, el film seguía vivo en mi mente y todavía era incapaz de decidir si me había gustado o no. Y eso no es malo para nada. Hay historias que necesitamos procesar y que reposen para poder verbalizar lo que nos han provocado. 
Primero de todo decir que La vie d'Adèle no es propiamente una adaptación de El azul es un color cálido, sino más bien una aproximación al cómic de Julie Maroh. Por lo tanto, creo que deben considerarse las dos obras como entes diferentes porque decir que me gustó más la novela que la película no sería del todo cierto.
La vie d'Adèle, como su título indica, es básicamente el personaje de Adèle (ya no Clementine como en el cómic). Kechiche quedó prendado, como le pasa a la mayoría de espectadores, de la vivaracha Adèle Exarchopoulos, dejando un poco de lado el personaje de Emma (Léa Seydoux) que en algunos momentos me resultó demasiado pedante. No se incide tanto en el proceso de aceptación de la homosexualidad de Adèle; por ejemplo nos perdemos la reacción de los padres al enterarse y el apoyo que le ofrece Emma. Además, el film hace hincapié en unas diferencias de clase y culturales entre las protagonistas que no existen en el cómic.
Pero me gustaron las referencias literarias y filosóficas que intercala Kechiche, así como las reflexiones sobre los flechazos y la inevitabilidad de la tragedia.



La vie d'Adèle nos ofrece una bella historia de amor, a veces tierna y pasional, otras cruel y descarnada. Adèle Exarchopoulos hace un trabajo brutal, nunca había visto una actriz entregarse de ese modo, su actuación es fresca, espontánea, de una autenticidad que transpira verdad. Vida en estado puro. Aunque creo que no eran necesarios tantos mocos (en la vida real también existen pero, como el personaje de Emma, la gente se los limpia), y tantas escenas de Adèle comiendo con la boca abierta (en algún momento me causó cierta repulsión). No hace falta confundir los malos modos con la autenticidad.
Las escenas de sexo me gustaron. Vale, alguna de esas posturas son bastante irrealizables y me sobró tanta nalgada, pero esa pasión existe en el sexo lésbico, que es tan rico y plural como el heterosexual.

Sorprendentemente la película no se mi hizo larga, sólo un poco los últimos 45 minutos. Kechiche tiene un dominio del tempo de la escena extraordinario, con un uso del primer plano que consigue que nos metamos de lleno en la vida de esa adolescente que descubre por primera vez el amor y el deseo. Porque una de las cosas que más transmite la película es sensación de fisicidad; vemos a Adèle durmiendo, caminando, riendo, ensimismarse con el mundo que la rodea con ese labio carnoso de incisivos curiosos, etc. Experimentamos con ella su insatisfacción, ese primer flechazo, el despertar del deseo, los celos, las inseguridades y finalmente el dolor de saber que ese amor nos dejará una cicatriz para siempre.


jueves, 7 de noviembre de 2013

una forma de vida singular


Alison Bechdel

Hoy he leído la noticia que los cines suecos incluirán el test de Bechdel como calificación de sus películas. ¿Y en qué consiste dicho test? os preguntaréis. Es un sistema para evaluar el grado de sexismo en películas, cómics, obras de teatro, etc. que se popularizó gracias al cómic Unas bollos de cuidado de Alison Bechdel (concretamente en "The rule"). 
Una película cumple dicho test si:
  1. En la película salen al menos dos personajes femeninos.
  2. Dichos personajes deben hablarse la una a la otra en algún momento.
  3. Dicha conversación debe tratar sobre algo que no sea un hombre. (fuente Wikipedia)
Una película - por ejemplo- que cumpliría el test sería Tomates verdes fritos; y una que no, la saga de El Señor de los Anillos. En internet ya existe una web donde se puede consultar una lista de películas según su grado de cumplimiento con el Bechdel Test.

Hace días que Bechdel "me persigue". Todo empezó hace unas semanas cuando una lectora del blog me pidió que la ayudara con un trabajo de la facultad. Me preguntaba qué antecedentes, en materia de series, películas o libros, tenía The L Word. Bien, entre la respuesta le destaqué la importancia de Unas bollos de cuidado (Dykes to Watch Out For), ya que muchas de sus tramas y personajes subyacen -en cierta manera- bajo la serie creada por Ilene Chaiken.
A raíz de esa consulta me vinieron ganas de leer al completo las historietas de Bechdel (las había leído de manera intermitente y desde su original en inglés). Así que fui a la biblioteca y las cogí prestadas. ¡No sabéis lo que he disfrutado y lo mucho que me he reído con Mo (el alter ego de la autora y protagonista principal) y sus amigas.
Durante más de veinte años (desde 1987 hasta 2008) estas tiras cómicas han sido una de las representaciones permanentes más antiguas de las lesbianas en la cultura popular y han llegando a ser todo un referente. Pero limitar la audiencia de Unas bollos de cuidado al público lésbico sería un grave error. Como indica la propia Bechdel en la introducción:
"siempre me he mantenido inflexible en mi creencia de que mis historias de lesbianas son historias humanas que abordan cuestiones generales. El racismo, el sexismo, el militarismo, el clasicismo, el imperialismo y la homofobía están vivitos y coleando. Ahora sé que no necesitas ser lesbiana para querer hacer algo al respecto. Sólo tienes que ser humana. O como poco, una forma de vida singular." 
Y tiene razón. Porque el título contenga la palabra "bollos" no significa que las tiras vayan exclusivamente dirigidas a este público. Así que no os las perdáis. ¡Os encantarán! Parafraseando otra vez a Bechdel: "Si yo puedo sentarme a ver una película de Bruce Willis, seguro que un tal Joe Blow puede leer un cómic lésbico."

Y volviendo a Bechdel (ya os he dicho que me persigue), hace unas semanas se estrenó en Nueva York un musical basado en su fantástica novela Fun Home. Me muero de ganas de verlo! Según las críticas el resultado es excelente. ¡Ojalá llegue aquí! aunque no lo creo... ¿Quién se arriesgaría a producir un musical con una protagonista lesbiana y un padre homosexual reprimido?
Porque a pesar de todos los derechos adquiridos, la invisibilidad de las lesbianas sigue siendo un hecho.
Echo en falta más series con personajes lésbicos. Id y yo nos enganchamos a Orphan Black porque sabíamos que contenía una trama secundaria bollo. Y por suerte nos topamos con una serie excelente, altamente recomendable y que te mantiene enganchada de principio a fin (eso sí que es tensión y no la 3a temporada de Homeland).
Y otra serie con un gran grueso de seguidoras lesbianas es Once upon a time. Y nop, aquí no sale ningún personaje bollo hasta la 3a temporada (spoiler).Pero es que los homesexuales, desde tiempos inmemoriales hemos aprendido a leer entre líneas y descifrar los subtextos (véase sino Xena). Para poneros un ejemplo gráfico; así ve la serie una hetero (arriba), y así la ve una lesbiana (abajo):



Y hablando de lesbianas, un vídeo que no os podéis perder sobre la homofobia en Rusia y la connivencia del Comité Olímpico Internacional ante tal discriminación.

sábado, 2 de noviembre de 2013

emoticon girl

ilustración: Blanca Martí 

Los puentes alteran mi percepción del tiempo. Ayer todo el día tuve la sensación que era domingo y hoy, como si estuviera atrapada en el tiempo a lo Bill Murray, vuelve a ser vigilia de domingo. Y es que el día de Todos los Santos es tan aburrido y lento como un domingo, pero con el aliciente de los panellets.
¡Mi madre los hace buenísimos! Son tan adictivos que es imposible comer sólo uno: con lo que engordan acabaré la semana con 5kg de más! Eso sí que es terrorífico y no las películas de miedo que no paraban de emitir en todas la cadenas...
Como ya comenté el año pasado no soy muy fan de este género cinematográfico. Lo único que tolero son las películas de vampiros, y más concretamente las de Drácula (la versión de Coppola para mí sigue siendo la mejor adaptación de la novela; que Winona Ryder -mi amor platónico adolescente- sea la protagonista también ayuda ^^). El componente romántico -en el sentido auténtico del término, no en el cursi- de la figura del vampiro siempre me ha fascinado; como también el monstruo collage creado por Mary Shelly (muy recomendable la lectura del libro).


Pero a pesar de todo eso, empiezo a odiar el Halloween tanto como el Carnaval. Nunca me ha gustado pasar miedo ni que me asusten; lo encuentro de un masoquismo incomprensible. Y como detesto el tema disfraces por mi trauma carnavalero, Halloween es una fiesta que me cae mal; además de considerarla una celebración intrusa y comercial. Puestos a adoptar festividades ajenas preferiría quedarme con el Día de los Muertos.
Sea como sea ya ha pasado, y los centros comerciales pronto empezarán a focalizar su atención en hacernos entrar la Navidad por los ojos.

Hablando de eso... Id me contó que tiene un encargo para hacer fotos a una niña para una felicitación de Navidad, así que me necesita. No sé si os lo he contado pero soy la ayudante oficial de Id en las sesiones infantiles. Dice que soy una gran animadora, que consigo conectar con los niños y hacer que se relajen y disfruten de la sesión; es decir, que soy una payasa. Bien, exactamente dice que es porque tengo cara de emoticón. Hoy me ha enviado esta imagen porque asegura que soy clavada a la niña de los emoticones de facebook. Y no es la única, también me lo dijo un día Jeia y otro mi hermana. Así que si os queréis hacer una idea de como son mis expresiones faciales aquí las tenéis.



<publicidad>Por cierto, si algun@ de vosotr@s -o allegados- necesita una fotógrafa no dudéis en avisar. </publicidad>