"Me está claro que siempre estuve ahí, en algún lugar del ADN de mis ancestros, sólo esperando para nacer. Así que este sujeto único siempre ha existido, aún en el misterio de la nada."
-Stories we tell, Sarah Polley
En mi pueblo todo el mundo anda revolucionado por la creación de un grupo de Facebook titulado "Nuestro Minipueblo de antes" (donde pone "minipueblo"-no es que se llame así- se entiende que va el nombre real de mi pueblo). En este grupo, creado por dos vecinos de la localidad, la gente puede compartir sus fotos familiares antiguas y así redescubrir y/o recordar como eran antes nuestras calles, edificios, colegio, trenes, fiestas y antepasados.
La idea ha tenido tanto éxito que a la semana de su creación el grupo ya tenía más de 400 miembros (ahora supera los 600). Aunque la idea, muy novedosa no es porque un grupo parecido ya existía con la ciudad de Barcelona. Pero la gracia de hacerlo con un pueblo es que aquí todo el mundo se conoce y realmente hace mucha gracia reconocer en las fotos -por ejemplo- que esa chica en bicicleta por la calle mayor es la abuela de Fulanita. En algunas caras desconocidas detectas un aire de familia, un "déjà vu" que te hace suponer que ese debe ser el padre de Menganito. O descubrir que esas viejecitas que van cada domingo a misa, aunque parezca obvio, también fueron jóvenes y guapas. Aunque para mí, lo más curioso es comprobar lo mucho que ha mejorado nuestro pueblo; y como algunas casas siguen estando iguales, mientras que otras -entre ellas el antiguo cine- han desaparecido para siempre. Memoria colectiva compartida por obra y gracia de las redes sociales.
La creación de este grupo ha motivado que mucha gente del pueblo haya desempolvado sus antiguas fotos familiares y ahora las exhiba orgullosa de su pasado.
Mi madre, tras muchas reticencias y alguna censura, ha permitido que colguemos algunas de sus fotos de niñez y juventud. En un primer momento le hacía reparo pero ahora le encanta que le digamos la cantidad de "me gustas" y comentarios que han conseguido sus fotos.
Y aunque mi padre no es de aquí, sino de un pueblo cercano, el otro día, hablando de fotos, bajó una caja rebozada de polvo del desván con las fotos que tenía mi abuela en casa. Algunas de esas imágenes no las había visto nunca: mi padre con apenas un año sentado en una silla, con un pelo tan rizado y rubio que parece un querubín. En una mirada, una sonrisa, un gesto, descubrimos parecidos antes desconocidos que nos sorprenden. Mi abuela joven y regordeta en cuyos rasgos veo fugazmente a mi hermana mayor. En otra foto, mi padre adolescente en compañía de sus amigos tiene la misma pose que mi sobrino.
Seguimos examinando las fotos como quien contempla un tesoro, buscando en ellas, sin darnos cuenta, retazos de un ADN común. Es como si en ese pasado desconocido nos buscáramos a nosotros mismos, como si buscáramos ese eslabón que nos vincula con unos antepasados con los que compartimos algo profundo y desconocido.
Casualidad o no, todo esto sucede el mismo día que descubro una película excelente de Sarah Polley titulado Stories we tell. Un documental sobre la memoria y la forma en que contamos las historias de nuestras vidas.
Stories we tell se centra en la historia familiar de la propia directora que plantea el guión de la película a partir de las diferentes versiones de lo ocurrido de todos los familiares y amigos que estuvieron involucrados. Polley pone de manifiesto que la verdad acerca del pasado "muchas veces es efímera y difícil de identificar [...] termina siempre con cambios y ficciones en ellas, casi siempre no intencionados." A pesar de eso, la directora intenta buscar la verdad dentro de cada situación, ya que esa es la función crucial del arte.
A medida que el documental avanza, descubrimos como un chiste familiar acabó volviéndose real y que precisamente ahí, reside el núcleo central de la historia. Llegados a este punto, uno de sus entrevistados pone en duda que la verdad se obtenga recogiendo testimonios, porque "la gente tiende a declarar en función de lo que ha visto, de lo que ha sentido, de lo que recuerda y de sus lealtades. Y acumulando versiones nunca se llega al fondo de las cosas".
Stories we tell es un ejercicio de sinceridad brutal; una reflexión sobre como nos explicamos nuestras historias, sobre la plasticidad del concepto familia, como ésta puede condicionar nuestras decisiones vitales y como pueden llegar a desconocerse entre sí sus miembros.
Para terminar, señalar que hay dos películas en cartelera que tengo muchas ganas de ver que también giran entorno al tema de la familia. El remake de Cuentos de Tokio, Una familia de Tokio de Yôji Yamada, y De tal padre tal hijo, de Hirokazu Kore-Eda.