Esta semana ha sido el cumpleaños de mi hermana2 y mi cuñado, de sorpresa, le ha regalado un viaje a Nueva York (sí, yo también morí de envidia). Pero solo para los dos, es decir, sin niños. Así que esta semana mi madre ha tenido a tres de mis sobrinos instalados en casa. Esto se traduce en mi madre histérica y más estresada que un pavo antes de Navidad. La mujer no lo puede evitar, es así de nerviosa.
Ayer me conecté por Skype con mi hermana y mi cuñado para que pudieran hablar y ver a los niños. Nos dieron un paseo por la habitación del hotel con el iPad y nos enseñaron las vistas espectaculares que tenían desde la ventana (sí, aquí la envidia me volvió a corroer). Parecía que estuviéramos en este anuncio tan cuqui y sensiblero de móvil. "Cara a cara a pesar de la distancia". Y es que el hecho de poder hablar y ver a alguien que está a miles de kilómetros como si nada, se ha convertido en una cosa muy normal; pero a mí sigue pareciéndome algo extraordinario, casi de ciencia ficción.
Y es que cuando era pequeña eso me habría parecido un sueño. Entonces me gustaban mucho las películas fantásticas, sobretodo si eran del espacio. Me pirraban las naves voladoras, las espadas láser, los robots, y las llamadas "telefónicas" vía holograma... Esas pelis nos mostraban como en el lejano año 2000 todo sería posible; y como en lugar de teléfonos, utilizaríamos pantallas casi invisibles para hacer vídeo llamadas. Y eso nos parecía imposible y superfuturista. Eso, y que los coches volaran (¿veis? a eso todavía no hemos llegado).
¿Sabéis cuál era una de las razones por las que me gustaba ir a Barcelona cuando era pequeña? Pues porque en el Corte Inglés había puertas automáticas que se abrían solas, y escaleras mecánicas (que debo confesar me daban un poco de yuyu). Esas dos cosas ahora tan normales, para una niña de pueblo de los 80, eran el súmmum de lo molón. Era como estar dentro de una serie de ciencia ficción como V, o Buck Rogers, dos de mis series preferidas de entonces junto a El coche fantástico y MacGyver.
Erin Grey, el amor platónico de mi niñez (ese brazalete de arcoíris...)
Jane Badler, amábamos odiarla. La mala más sexy de los 80
Y yo me pregunto: ¿para cuándo los coches voladores? porque cuando tengamos uno, ¿también nos pondrán multas de aparcamiento como me pasó ayer? (mecagontodo!)
Y hablando de mitos eróticos de la infancia y futurismo... ¿Sabéis en que proyecto cinematográfico está involucrada Jane Badler?!!