foto: Egor Shapovalov
Tras mi operación, hace poco más de un mes, dije que no quería volver a pisar un hospital durante mucho tiempo. Bien, ese tiempo no ha sido tan largo como deseaba... No os preocupéis, no ha pasado nada grave.
Simplemente, por fin operaron a mi padre de la próstata, tras más de un año en lista de espera. Lo operación fue muy bien y ahora sólo tiene que quedarse cinco o seis días ingresado. Además está en un hospital recién estrenado y muy bonito -arquitectónicamente hablando, porque un hospital no puede ser bonito de otra manera- a media hora de mi minipueblo.
Cuando supere esta operación, le espera otra de cataratas. Y es que mi padre, a diferencia de mi madre, ha envejecido mucho tras la jubilación; aunque ambos empiezan a hacer unas "viejunadas" que me recuerdan que se van haciendo mayores. Es ley de vida pero no por eso la idea de perderlos algún día deja de ser menos aterradora.
Y hablando de hacerse mayor, igual que la adolescencia sólo se pasa una vez -gracias a las diosas!- nunca pensé que experimentaría dos veces en mi vida la menopausia. No, no soy tan mayor para tenerla todavía. Después de la operación, como tratamiento, el médico me provocó una menopausia química a base de inyecciones que tiene que durar seis meses. Primero pensé: "medio año sin la regla, qué bien!!" pero tras la aparición de los efectos secundarios, creo que preferiría seguir menstruando cada mes. Tengo unos sofocos, sobretodo nocturnos, que me hacen sentir como una antorcha humana; suerte que no estamos en verano porque me entran unos calores atómicos. Me paso toda la noche como un gusiluz encendiéndome y apagándome; y sin dormir, claro. Y yo si no duermo no soy persona. Además hay días en que los sofocos vienen acompañados de mareos y náuseas. Todo un festival, vamos! Nunca pensé que echaría tanto de menos a mis estrógenos.
Si la menopausia real tiene que ser igual, no sé si quiero hacerme mayor.
Si la menopausia real tiene que ser igual, no sé si quiero hacerme mayor.