Esta última semana ha sido como una cursa de obstáculos, donde cada día era una valla que saltar, que superar.
En todo deporte, el aspecto psicológico es importante. Una debe fijarse un punto, una meta, un final que alcanzar para que la dificultad de los obstáculos quede minimizada. ¿La recompensa? Llegar a la meta, saber que se ha sido capaz. De hecho desde el principio, sabes que es una lucha contigo misma, pero eso no le resta dificultad.
En todo deporte, el aspecto psicológico es importante. Una debe fijarse un punto, una meta, un final que alcanzar para que la dificultad de los obstáculos quede minimizada. ¿La recompensa? Llegar a la meta, saber que se ha sido capaz. De hecho desde el principio, sabes que es una lucha contigo misma, pero eso no le resta dificultad.
Lo que llevo mal de las semanas maratonianas es la falta de sueño y tiempo para mí, y el poco que rescato sirve para descansar, desconectar pero no para pensar o soñar.
Conseguí arañar unas horas para ir al cine con Id, a ver Orígenes. Cuando se terminó la película y aparecieron las primeras letras, tuvimos que marcharnos deprisa, y eso que somos de esas que no se levantan hasta que terminan los títulos de crédito. Y es que con la película todavía resonándome en la cabeza, con una sensación de irrealidad vertiginosa, tenía que marcharme otra vez a trabajar. Me gusta salir del cine en silencio y tranquilidad, con las emociones todavía suspendidas en el aire, volteándome, esperando que encuentren su lugar. Odio que las obligaciones me usurpen esos pequeños placeres.
Esa prisas hicieron que digiriera la película demasiado deprisa. Pero el regusto que me dejó fue bueno, a pesar de un toque excesivamente trágico que no puedo olvidar cada vez que subo a un ascensor. Fe vs. razón, y un final abierto a todas las interpretaciones, con la belleza de unos ojos que se te queda grabada en la retina.
Id los tiene igual de bonitos y únicos. Unos ojos pardos que también reconocería entre un millón.
el ojo multicolor de Id (aquí no se aprecian todos los colores)
A parte de ir al cine, los pocos instantes de tranquilidad los he utilizado para leer y escuchar música. Ya he termiando Kafka en la orilla, de Murakami, que junto a Tokio blues, es el libro que más me ha gustado del autor nipón. No tanto por su argumento, que a medida que avanza se va volviendo más onírico e inexplicable, sino por la creación de personajes y ambientes.
ilustración de Zara Picken
Y la joya musical de la semana ha sido el nuevo disco de She & Him, Classics, lleno de canciones maravillosas que nunca te cansas de escuchar.